Hoy es uno de esos días en los que me veo inmersa en un torbellino de ideas y energía (y no precisamente la que te levanta y motiva, sino la otra). Estoy totalmente reactiva. Me caché respondiendo desde viejos patrones que ya conozco: distracción, estrés, cansancio y esa sensación de estar un poco desconectada de todo… incluso de mi hija. Y sí, seguramente ella también lo percibe, aunque aún no pueda ponerlo en palabras.
Ser reactiva es como cargar un tanque de gasolina que se prende con cualquier chispa, o como tener un montón de abejas alrededor: les enseñas la miel y llegan de inmediato… pero no para endulzarte la vida, sino para quitarte un pedacito y hacerte daño.
Así me pasa con ciertos pensamientos: aparecen, son la chispa, y de inmediato me colocan en un lugar incómodo.
¿Qué he hecho para salir de ahí?
Estoy probando una técnica llamada PQ reps. Me está costando, pero funciona (luego cuento más a detalle).
Hoy solo quiero decir algo simple:
Si te notas así —reactiva, respondiendo a la primera, sensible, irritable— es porque estás dentro de algo. Algo te movió. Algo te detonó.
Y vale la pena escucharlo.
Sácalo como puedas, con lo que tengas a la mano: oración, ejercicio, hablarlo, llorar, gritar, mentar madres… lo que te sirva.
Lo importante es reconocer que estás ahí.
La reactividad viene de partes muy primitivas de nosotras, de mecanismos heredados. Pero hoy somos mujeres más evolucionadas, más conscientes. Mírate así: como alguien capaz de observarse, reflexionar su comportamiento y moverse del modo reactivo al modo reflexivo.
Un abrazo.